En su última columna en el diario Público, el poeta Luís García Montero comenta el último libro del historiador Toni Judt y destaca una afirmación de éste: “la mejor manera de medir el grado de esclavitud en el que una ideología mantiene a un pueblo es la incapacidad colectiva para imaginar alternativas”. Este enunciado merece una profunda reflexión.
Seguramente, si hiciésemos una macroencuesta a toda la población española, la gran mayoría no sería capaz de formular alternativas reales al sistema capitalista neoliberal que está devorando a grandes bocados nuestro Estado del Bienestar, nuestro futuro como jóvenes. Pero, ¿obedece esa impresión mayoritaria a la realidad de los movimientos sociales que intentan abrirse camino en la jungla capitalista?
Gracias en parte a Internet, a revistas, periódicos, blogs y publicaciones críticas en general, vamos conociendo la existencia de multitud de colectivos y asociaciones que se están constituyendo al margen de los mecanismos “institucionales” de expresión y manifestación de nuestra soberanía popular. Nacen al margen de partidos políticos y sindicatos movimientos como “Jóvenes sin futuro”, las “Mesas de Convergencia”, “Críticos y Ciudadanos” o “Democracia Real Ya”. Agrupaciones de personas que, al margen de tener una ideología o unas creencias más o menos definidas, comparten unas preocupaciones y unas necesidades que se hacen más críticas a medida que los gobiernos y los establishments financieros van promoviendo reformas que recortan los derechos sociales que fuimos conquistando en décadas pasadas.
Frente a la retórica y la semántica totalitaria de los grandes medios de comunicación y de los partidos políticos mayoritarios, frente a la tiranía de los mercados y de instituciones como el FMI o la OCDE, miles de ciudadanos, de todas las capas sociales, se esfuerzan hoy día por generar un nuevo discurso que sea capaz de construir una nueva realidad política, económica, social, medioambiental y cultural. Desde nosotros y para nosotros, la población, intentamos que este discurso alternativo, crítico y humano llegue al máximo número de personas para que puedan vislumbrar y comprender que sí que existen alternativas a este modelo depredador de la humanidad y del planeta.
La lucha, en esta primera fase, debe dirigirse contra los poderes fácticos que nos gobiernan, que trascienden a los propios gobiernos, influyendo sobre la política con la legitimidad que les otorga una frondosa billetera, repleta del dinero que nos quitan de nuestros salarios, nuestras pensiones y nuestras hipotecas.
Es imprescindible, para empezar a darle la vuelta a la tortilla, mostrar el descontento que nos une contra la clase política, aquélla que, mientras nos pide sacrificios, vota a favor de volar en primera clase y de aumentarse año tras año los salarios. Votar ha dejado de ser una manera efectiva de decidir nuestro futuro, para convertirse en una herramienta de legitimación de las tropelías que los políticos profesionales perpetran contra la ciudadanía.
Es fundamental que el Estado Social se recomponga, que constituya una banca pública cuyo interés único sea la promoción de las actividades de las PYMES, la garantía de guardar nuestros ahorros sin especular con ellos, la financiación no abusiva de nuestras viviendas y el auxilio a los más necesitados. En esta banca pública no caben las comisiones, los intereses, el Euribor ni la compra-venta de activos financieros envenenados.
Es necesario que los impuestos retomen su papel equilibrante y redistributivo de las rentas y de la igualdad y justicia económico-social. Para ello sólo hay que rediseñar un sistema donde los impuestos directos sean efectivamente progresivos, donde tributen más aquéllas fortunas que se apoyan en los réditos y la especulación financiera. Para ello hay que gravar a conciencia a las empresas del IBEX 35, que batieron, en año de crisis y de recortes, todos los récords de beneficios. Para ello hay que limitar el papel de los impuestos indirectos (como el IVA), que, gravando por igual a ricos y pobres, se ha convertido en la herramienta tributaria más importante del Estado (una buena muestra de lo poco socialista que es la política de este Gobierno). Y al mismo tiempo hay que potenciar la actividad inspectora de la Agencia Tributaria, para que ninguna fortuna encuentre en Liechtenstein, Suiza o las Islas Caimán un refugio donde evadir sus responsabilidades sociales, para que ninguna multinacional abuse de contratos falseados que explotan con limosnas el trabajo de una juventud laboralmente maltratada.
Es capital comprender que el ritmo de crecimiento sin pausa es insostenible e inviable. Que el dios P.I.B. no pare de crecer no nos garantiza una vida mejor, sólo garantiza más y más beneficios a las compañías, a los que más tienen, mientras se cargan el planeta. La filosofía del producir-comprar-usar-tirar, la obsolescencia programada, el consumismo desenfrenado no nos lleva más que a la autodestrucción.
Para hacer de nuestro país un verdadero Estado Democrático hay que participar de verdad en las decisiones que nos importan. No podemos dejar en manos de lobbys la política. Hay que estar informados de en qué se gastan nuestros presupuestos, participar activamente en su diseño y aplicación, desde los ayuntamientos a la UE. Porque los partidos ya no nos representan, miran por su propio interés electoralista y económico, en su ansia eterna por mantener el poder.
Las alternativas existen, aunque no salgan en la TDT, ni en los periódicos o en las radios convencionales. Es nuestro deber informarnos, ver que existen otras soluciones, pensarlas, construirlas, compartirlas y ponerlas en práctica. Para empezar, hay que respaldar las movilizaciones juveniles que se han convocado para el día 15 de Mayo en toda España, como uno de los primeros (y desde luego no el último) movimiento de repulsa hacia el precario camino que nos están marcando. Somos muchos, muchos más que ellos y, juntos, podemos revertir esta lamentable situación.
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